Viendo esta noticia me pregunto si nuestro «ex», Marcelino, quiere (o quería) traer este tipo de visitante al Pirineo. El de borracheras nocturnas y estress diurno. Es una noticia muy clarificante sobre el tipo de visitante que quieren para sus pistas de esquí, el barato, borracho, poco gastador pero en masa. Con la traída de ingleses a Andorra por avión (esto me suena) se llenan los bares y los hoteles de jóvenes que sólo esquian y beben, con el consiguiente perjuicio para el resto de visitantes y para los mismoa habitantes. Eso de traer en avión, hacer muchos kilómetros esquiables (muchíiisimos, que no falten), urbanizaciones, publicidad a mansalva, etc, etc (espero que Luisa Fernanda no siga por ese camino).El caso es que parece ser que en Andorra el ‘aprés-ski’ tiene más riesgos que el esquí. Ahora, Aramón está abriendo discotecas y pubs para parecerse a Andorra, por lo que veo. Allí, salir de copas después de una jornada en pistas puede llegar a ser más peligroso que lanzarse a tumba abierta por cualquiera de ellas. Hace unas temporadas, se hallaron los cuerpos de dos jóvenes congelados tras una noche de borrachera que se habían perdido buscando el camino de vuelta a su hotel barato tras una noche de marcha. Las víctimas, un inglés de 24 años y un vasco de 27, fueron localizadas cerca del túnel de Envalira, a más de 2.000 metros de altitud. En ambos casos el patrón era el mismo: jóvenes esquiadores alojados en hoteles de Pas de la Casa que habían bebido más de la cuenta y que se habían desorientado al salir de los locales de ocio. Las bajas temperaturas nocturnas, la escasa protección de las prendas que llevaban y la sobredosis de alcohol habían hecho el resto.
Los medios británicos se hicieron eco de esta muerte en lo que denominaron «la Ibiza de los Pirineos» debido «a su excitante vida nocturna y su oferta de alcohol barato». También saltó polémica a las páginas de los periódicos andorranos en otros términos: «Clamor vecinal contra la degradación causada por el ‘turismo de borrachera’ en Pas», titulaba el ‘Diari d’Andorra’. En Pas de la Casa, un pueblo de 2.400 habitantes en la frontera entre Andorra y Francia, se tiene la sensación de que las cosas se han desbordado. En hoteles próximos a locales de ocio de la localidad han tenido que poner cristales cuádruples en las habitaciones para proteger a los clientes de los ruidos nocturnos.
Las noches se hacen muy largas en Pas, sobre todo en temporada alta. Los jóvenes se «pasan» de retirarse cuando las discotecas cierran y se quedan en las calles continuando la juerga. Yo esto mismo lo he vivido en Benasque. La localidad andorrana acoge tal cantidad de esquiadores que los desórdenes nocturnos adquieren dimensión de conflicto de orden público. Grandvalira, el ‘resort’ resultante de la unión de las estaciones de Pas de la Casa-Grau Roig y Soldeu-el Tarter, se ha convertido en el gran gigante de la nieve. El año pasado vendió 1,4 millones de forfaits, casi el doble que Sierra Nevada, la primera de las estaciones españolas.
Los británicos están entre los clientes más fieles del ¿turismo? de nieve andorrano. Aunque no tienen pistas de esquí, esta actividad es muy popular y cada temporada se calcula que más de un millón de ingleses llegan con destino a alguna de las estaciones del continente. Los Alpes son su destino natural por la variedad de su oferta y la proximidad geográfica. Italia y Austria también entran en esta competición desde hace años. Sin embargo, no todos los esquiadores buscan lo mismo.
Hay un turismo blanco que otorga tanta o más importancia al ambiente nocturno que al grosor de la nieve, al trazado de las pistas o a los kilómetros esquiables. Se trata de jóvenes que suelen viajar en compañía de amigos y que por lo general tienen una capacidad adquisitiva limitada. Andorra, para ese perfil de cliente, es el destino ideal, ya suma precios competitivos y una oferta de ocio nocturno extensa. La noche andorrana se antoja una suerte de Sodoma y Gomorra a cualquiera que conozca el ambiente que se respira, por ejemplo, en una estación de esquí francesa, donde tomarse una cerveza más allá de las diez de la noche puede ser misión imposible.
Los principales mayoristas de viaje británicos incluyen desde hace años a Andorra en su lista de destinos de nieve. Durante mucho tiempo se utilizó el señuelo del ambiente con lemas en la línea de la ‘Ibiza de los Pirineos’. Los charter que salían de las islas estaban repletos de jóvenes británicos ávidos de diversión nocturna. Gente que viene con ganas de desahogarse y que se sorprende al encontrar alcohol tan barato. Muchos apenas pueden levantarse al día siguiente para esquiar.
Los vuelos que traían esquiadores británicos solían aterrizar sobre todo en el aeropuerto de Toulouse. Ahora los aviones acaban en Alguaire, el aeródromo de Lleida grancias a un acuerdo con mayoristas de viajes inglesas para dar utilidad a una pista que corría el riesgo de convertirse en un barbecho (otro más, como el de Huesca) y de paso abrir la puerta a la llegada del turismo internacional al Pirineo. Alguaire está a dos horas de autobús de Andorra por una carretera mejor que la que comunica el Principado con Toulouse. La principal beneficiaria del convenio va a ser Andorra.
El turismo de nieve catalán, paradójicamente, observa la maniobra con suspicacia, ya que ellos no quieren traer ingleses a cinco euros el forfait, sino traer visitanes, ingleses o no, al mismo precio que los demás. A la industria de la nieve española (¿a la aragonesa también?) le preocupa que su oferta se acabe asociando al ‘low cost’, en la línea de lo que ocurre con el turismo de playa en localidades como Lloret del Mar o Salou, donde extranjeros que viajan por muy poco dinero organizan trifulcas monumentales después de haber ingerido alcohol barato de forma indiscriminada.
Por favor, no busquéis ese turismo, Aramón. Eso no es turismo, ¡son hunos!